2 de agosto de 2011

Familiares inician menores en microtráfico de drogas

Tres adolescentes narran a Diario Libre su tragedia como consumidores y vendedores de droga, negocio en que fueron introducidos por sus propios parientes.
SANTIAGO. "Carlos" tenía 10 años de edad cuando su primo le dijo que vendiera droga. Hoy tiene 14. "Luis" contaba con 11 años cuando su hermano de 12 lo indujo a probarla y luego comenzó a venderla para su tío; hoy tiene 16. Raúl vivía sus 12 años cuando su padre lo mandó a vender droga; hoy tiene 13.

A la vez que servían de "mula", algunos robaban a los vecinos y a sus familias. Las ganancias eran para los adultos que los reclutaban, para comprarse ropa o invertirlas en más droga. Un círculo de retorno. Los clientes de Luis eran adultos, quienes iban de madrugada a su casa en Villa Altagracia.

"Ellos empezaban de un viernes a domingo, que son los días de usar polvo, de beber, los fines de semana. Entonces, ellos empezaban a ir de noche, y seguían, seguían, porque esa sustancia le da como una especie, cuando una la prueba, da seguidilla, después que uno está en el efecto uno quiere consumir, consumir, no importa lo que haga", dice.

Los tres jovencitos, quienes tienen en común una crianza inestable, abandonaron la escuela hace años. Hoy se rehabilitan en Hogar Crea Dominicano para Menores en Santiago.

LUIS:

"Yo amanecía vendiendo droga"

Fue en su casa que Luis, de 11, probó la droga llevada por su hermano, de 12, quien hoy tiene más de seis meses preso en Najayo Menores por robo. Dudó un momento, pero ya conocía ese mundo por su padre consumidor, quien también está en la cárcel. "Yo me crié con mi mamá y mi hermano nada más", recuerda.

"Yo lo que le dije a él que no, que eso es droga, que eso hace daño", cuenta Luis que le respondió a su hermano cuando le presentó por primera vez ese polvo. "Pero después me gustó, seguí consumiendo, consumiendo, lo hacía todos los días, no era na' pa mí. Hasta tres veces yo fumaba, por la mañana, en la tarde, antes de acostarme, pero después, cuando yo empecé a usar cocaína, yo amanecía oliendo a veces", cuenta a esta redactora mientras mantiene su mirada en un "punto ido".

"Yo fumaba marihuana, pero después con el tiempo empecé a usar cocaína", aclara.

Sentado bajo una mata de mango y sintiendo una brisa fresca, el jovencito delgado y de tez oscura que deja ver dos de los tres tatuajes que tiene: uno en la mano y otro en el tobillo, recuerda que se unió a pandillas. Dejó de estudiar el octavo grado hace unos tres años.

Su tío, mayor de edad, lo inició en el negocio del microtráfico. "Él me daba sustancias. Un ejemplo, él me daba 20 gramos y me daba cinco pa' mí, y 15 pa' él, a 500 (pesos) el gramo, cosas así, negocios, y yo agarraba, cortaba, sacaba más pa' mí, paraba consumiendo, yo amanecía vendiendo... Ellos lo venden puro sin cortar en la capital, entonces el tío mío lo llevaba para allá (Villa Altagracia) y de uno hacía dos y así", explica.

Luis no robaba porque en realidad conseguía mucho dinero y no lo compartía, lo usaba para comprar más droga y "a veces pa' comprar ropa, quería armas de fuego, un sinnúmero de cosas negativas".

A los 13 años entró a un Hogar Crea de la capital, pero escapó y volvió a consumir el doble, típico en las recaídas. "Estaba incómodo yo. Me fui, agarré mi ropa y me fui", dice.

Ahora que volvió a rehabilitación, llevado por su mamá, ha pensado en innumerables ocasiones en por qué no se devuelve el tiempo para no haber vivido así. La desintoxicación no es fácil para el jovencito de 16 años. "Me siento incómodo, me siento mal por dentro, así, ansioso, quiero comer mucha comida para matar la ansiedad", dice.

Cuando se rehabilite no quiere volver a su casa. Afirma que los menores de Villa Altagracia están perdidos en las pandillas y las drogas.

Raúl:

"Mi papá me puso a vender droga"

La marihuana que vendía Raúl con apenas 12 años, se la suministraba su papá. Su padre, dice, ha estado preso unas tres veces y tenía "un viaje" vendiendo. No solamente lo indujo a ello, sino que ambos llevaban mujeres a su casa en Pantoja, Los Alcarrizos, con quienes sostenían relaciones sexuales. Las de Raúl eran menores. "Yo tenía un negativo en la calle... Un negativo, como estar en la calle, creyéndose que uno es un tíguere, siendo nadie", dice.

"Yo salía a la calle, yo comencé la calle desde chiquito, comencé a portarme mal primero, a faltarle el respeto a las personas de la comunidad, a mi mamá... Yo no cogía pela, a mí me daban una pela y me importaba que me dieran otra", recuerda. "Yo mismo me creía que yo era un delincuente", agrega.

Raúl salía a vender drogas de noche, por las calles oscuras de Pantoja. La relación con su madre, quien se fue a vivir a España, no era buena. "Muchas veces le robaba después dinero a mi mamá... me robé como dos cadenas", dice. Sin embargo, en los seis meses que tiene rehabilitándose, luego que su padre y su abuela lo llevaran a Hogar Crea para Menores, dice que aprendió a querer a su mamá. "Chacha, después que yo reconocí, vine a quererla", dice.

Con un semblante tranquilo, ahora Raúl reconoce que estaba mal. "Pero, hay algo que dicen, que uno nunca puede borrar su pasado", señala.

Cuando vuelva a su casa quiere ser "un buen actor, como estar tranquilo en mi casa, tener mi familia", concluye.

CARLOS:

"Yo vendía en un día hasta siete fundas"

A sus 10 años Carlos era indoblegable. El cariño de sus abuelos no pudo alinearlo con la crianza que trataban de darle y no le valían consejos de sus vecinos del sector Mendoza, en Santo Domingo Este. Fue en ese ambiente que su primo de 22 años, quien hoy está preso en Najayo, lo empezó a aprovechar como "mula" para vender marihuana, ya que podía ser apresado por tener una ficha en la Policía y el pequeño no. "Algunas veces me querían dar golpe y él (el primo) iba allá y le decía: no, no le den golpe, mejor denme a mí", cuenta.

Con un movimiento de su cabeza, Carlos responde que no se sentía bien sirviendo de mula. "Ya yo estaba haciendo lo mal hecho", dice. Sin embargo, su rebeldía era mayor y continuaba en el negocio con el que su primo se hacía de dinero y apenas le daba RD$100 de vez en cuando. "Yo estaba acostumbrado a dárselo todo y quedarme sin na', porque si me quedaba con algo, cuando viene a ver me ponía a probarla y yo no quería na' de eso, y se lo daba", dice.

Lo poco que le daba su pariente se lo entregaba todo a su madre. ¿Por qué? "porque ella me compraba ropa y tenis y yo quería que me comprara muchísimas cosas", responde con la inocencia infantil que, pese a todo, lleva dentro.

Aunque era un "hombrecito", dice que se asustaba cada vez que hacía una transacción. "Claro, ¡porque con eso en la mano! Uno se la pasaba así y ellos (los clientes) te daban el dinero. En la calle, ellos salían y yo se las daba. Yo vendía en un día... varias (fundas), como algunas siete por ahí", dice.

Recuerda que duró cinco meses sirviendo de "mula". Dejó el negocio y se dedicó a robar hasta que su mamá no soportó más y lo llevó a rehabilitación, proceso en el que lleva más de siete meses y ya habla de retomar el séptimo grado y estudiar soldadura en Infotep cuando sea grande.

Mientras recuerda lo intensamente peligrosa que ha sido su corta vida, dice que tiene miedo de volver al negocio. "Sí, porque sé que cuando viene a ver me matan", afirma.

"...los mismos padres se descuidan; mira mi papá, nunca se preocupó, solo hizo dos muchachos y los dejó así y nunca jodió con na', no le importaba na' ". Luis, 16 años

Fuente: Diariolibre

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