Cincuenta años después de que fuera elegido presidente de Estados Unidos, un aura de glamour rodea todavía el paso de John F. Kennedy por el despacho oval. Sin embargo, podría decirse que la cara más sucia de la política moderna tiene sus raíces en su ascenso al poder.
Logra salir bien en la foto y la historia hará el resto.
John F. Kennedy (JFK) siempre supo cómo sacar su lado más favorecedor en la foto.
Incluso ahora es casi imposible ver la brillante sonrisa blanca, el pelo iluminado por el sol y la imagen de la perfecta "Primera Familia" sin que se forme un nudo en la garganta.
JFK se convirtió en el símbolo del optimismo democrático, el hombre que inspiró a la mitad del mundo. Desaparecido en la flor de la vida, nunca envejeció lo suficiente como para traicionar, desilusionar o aburrir a su legión de admiradores.
¿Quién es el presidente Josiah Bartlett de la serie "El ala oeste" (The West Wing) sino la fantasía liberal de un Kennedy maduro, de inteligencia afilada, duro como una piedra y rebosante de idealismo?
Así que es todo un shock estudiar de cerca al Kennedy candidato.
La historia de cómo un chico rico, un niño bien de Massachusetts, logró elevar un rugido tan fuerte entre los menos privilegiados en Estados Unidos como para llevarlo hasta la Casa Blanca es apasionante, pero, ciertamente, no es alegre o inspiradora.
Ambición y cinismo
Sí, es un cuento de ambición y retórica arriesgada y de un candidato con una energía excepcional.
Pero también es un cuento de grandes sumas de dinero, calumnias, soborno, manejo cuidadoso de los cables del poder y de un cinismo sin fin.
Si uno se pregunta qué fue lo que descarriló de tal manera a la política moderna, la campaña electoral de 1960 de Kennedy es un buen punto de partida para encontrar la respuesta.
Y en esa carrera hacia la Casa Blanca, la pugna por Virginia Occidental, el empobrecido y marginado estado donde Kennedy aplastó a su principal rival demócrata, Hubert Humphrey, es el mejor ejemplo.
Virginia Occidental es todavía el mismo lugar montañoso, lleno de árboles, donde la minería de carbón ha causado estragos, lleno de ciudades de pequeño tamaño, con sus vecinos y sus voluntarios militares que era cuando los dos rivales se enfrentaron allí.
En el ring...
En una esquina se encontraba Kennedy, con su avión privado, regalo de papi, y sus grandes sumas de dinero para la campaña y los anuncios.
JFK vino con promesas de más dinero para el estado, pero, sobre todo, llegó a vender una imagen: la del héroe de guerra naval, la mujer glamourosa, los niños, la familia sencilla con sus pqueños botes de vela para jugar.
Los políticos anteriores a la era Kennedy habían mostrado"escenarios de fondo" -cabañas de madera, sus casitas galesas, ¡de todo!- pero JFK fue el primero en vender un estilo de vida.
El padre de Kennedy, Joe, quien había sido un poco amigable embajador de Washington en Reino Unido, había hecho su fortuna vendiendo acero, películas, whisky, ganado y propiedades.
Con su obsesión de convertir a su familia en una gran dinastía política, Joe había acorralado a muchos de los propietarios de los periódicos cruciales para su hijo, quien, a su vez, fue un maestro a la hora de encantar y adular a sus reporteros.
Fue implacable y entendió a la perfección el inmenso poder de las compañías publicitarias, el mundo descrito en la serie Mad Men, que estaba empezando a tomar forma en ese momento.
Como JFK dijo después, su padre quizo saber cuál era el tamaño de la eventual mayoría que consegirían porque "de ninguna manera estaba dispuesto a pagar por una victoria arrolladora".
Campañas a la antigua
La máquina de Kennedy, un instrumento extremadamente bien organizado, tenía algunos problemas obvios.
Se rumoreaba que Joe Kennedy había sido un contrabandista de licores. Además, le habían retirado el cargo de embajador en 1940 después de que anunció que en "el Reino Unido, la democracia está muerta" y era un cercano aliado del senador Joe McCarthy.
Pero sobre todo, era un católico ferviente en una época en la que prevalecían fuertes prejuicios anticatólicos, particularmente en lugares mayoritariamente protestantes como Virginia Occidental.
Sin embargo, los Kennedy tenían claro que si podían vencer allí, podrían ganar en cualquier parte.
En la otra esquina del ring se encontraba Hubert Humphrey, llevando a cabo una campaña política de las clásicas, a la antigua usanza. Había estado demasiado enfermo como para luchar en la guerra, y sus recursos económicos eran magros.
Su mujer era ama de casa y tradicional. No tenía un avión privado sino un autobús, con la calefacción estropeada.
Calumnias
Humphrey era uno de los políticos más inteligentes, compasivos y cultos que de la historia moderna de la política estadounidense.
EL CLAN KENNEDY
Joseph y Rose Kennedy tuvieron nueve hijos y cuatro niños que incluyeron:
- Joe, un piloto de un bombardero de la Segunda Guerra Mundial, murió en batalla en 1944
- John, elegido presidente en 1960, asesinado el 22 de noviembre de 1963
- Bobby, asesinado cuando se presentaba a la nominación para la democrática presidencial, el 6 junio de 1968
- Ted, veterano senador estadounidense, elegido en 1962 y que ejerció en su cargo hasta su muerte en 2009
Había tratado la cuestión de los comunistas, el crimen organizado y el racismo cuando era peligroso dar la pelea sobre esos asuntos y entendía la clase media mucho mejor que Kennedy. Pero estaba a punto de ser aplastado.
El equipo de Kennedy trató el problema del catolicismo utilizando la calumnia para clasificar a Humphrey de militar prófugo.Y para ello saturaron el territorio de anuncios, dinero y voluntarios.
Al final de la campaña, un aturdido Humphrey, que comparó su lucha con la de una tienda de comestibles de la esquina contra una gran cadena de supermercados, no tuvo otro remedio que utilizar los pocos dólares que él y su mujer habían ahorrado para la educación de su hija para pagar un anuncio de final de campaña.
Tras haber difamado y destrozado su reputación, los Kennedy se limpiaron las manos y lo negaron todo.
Bueno, podemos pensar, así es la política. Kennedy pasó, después de todo, a arrasar con todos los grandes nombres del partido demócrata, Adlai Stevenson y el texano Lyndon Baines Johnson, que se convirtió luego en su compañero de campaña.
Luego venció por un escaso margen a Richard Nixon, luego de esos famosos debates televisados que mostraran a Nixon con una sombra de barba más espesa, trajes peor elegidos y una tendencia a sudar que persuadió a los televidentes que el mejor candidato era Kennedy.
Cuando me encontré con algunos de los que participaron, incluido al consejero de imagen y televisión de Kennedy en 1960, me quedé maravillado por la audacia de sus habilidades expositivas.
Por ejemplo, en el primer debate Kennedy se disculpó muy educadamente para tomarse un respiro, un minuto o dos antes de el programa saliese al aire. Y no volvió.
El secreto del ganador
Cuando el jefe del estudio estaba iniciando la cuenta atrás en los últimos segundos antes de comenzar la cobertura en vivo, todos, incluido Nixon, estaban aterrados.
Justo cuando la cuenta terminó, allí estaba Kennedy, sonriendo en el podio. Para poner nervioso a un oponente y asustarlo no hay ningún truco que funcione mejor.
Y sin embargo, Kennedy venció a Nixon no simplemente con las declaraciones mediáticas, sus anuncios publicitarios, los poses cuidadosamente elegidas para las fotografías y las mentiras redomadas que dijo sobre su salud.
Venció a Nixon por no apoyar nada que no fuese más allá que puras banalidades.
En el asunto de la diferencia de misiles disponibles frente a Rusia, Kennedy desproporcionó intencionadamente el peligro. Nixon, como vicepresidente, conocía los hechos reales, pero por razones de seguridad nacional, no podía revelarlos, algo que Kennedy sabía.
En otra gran cuestión, los derechos civiles, el equipo de Kennedy envió un mensaje a las audiencias negras y otro a la clase media.
¿Y qué?
¿Importaba? Tras examinar lo que encontré terminé pensando que el resultado de la suma de grandes cantidades de dinero, más difamación, la promesa de bienestar en lugar de programas políticos y la venta de un candidato como si fuera un producto, es vergonzoso.
Incluso con todo eso, apenas ganó. El joven Nixon, quién era liberal en el tema de la raza y más amigo de la corriente dominante en asuntos económicos de lo que llegó a ser, podría haber sido un buen presidente antes.
Durante su período, Kennedy cometió algunos terribles errores en asuntos de política exterior (aunque mantuvo el valor durante la crisis de los misiles cubanos) y fue lento en la política interna, particularmente en lo que se refería a derechos civiles.
Si hubiera vivido más tiempo, pienso que su reputación como presidente no habría sido tan buena.
La historia de la campaña de 1960 no es la que yo esperaba. Es mucho más interesante.
Ha sido borrada por todas esas imágenes del guapo padre y marido, y luego del joven rey asesinado en la flor de su vida.
Sin embargo, hoy vivimos en un mundo profundamente cínico acerca de la política.
Creo que nos debemos a nosotros mismos el mirar a esas imágenes y preguntarnos: ¿no hay una mejor forma de practicar la democracia que la de Kennedy?
Fuente: BBCmundo
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